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Teofilo Hernando: Algunos errores en la alimentación de sanos y enfermos

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El tema es demasiado amplio y no fácil su desarrollo en un artículo breve, de divulgación. No creo, sin embargo, que carezca de interés, aunque sólo se trate parcialmente, pues en nada existen tantos errores como en todo lo que se relaciona con la alimentación humana.

Por hoy me limitaré a criticar la prevención, a veces verdadero terror, que sienten muchos contra dos de nuestros mejores alimentos: la leche y los huevos. Aunque pa- rezca raro esta actitud es hija de la moda.

No seré yo el que critique la moda; me parece conveniente y la creo útil hasta en la ciencia: cuando un problema “se pone de moda” los muchos trabajadores que se consagran a su estudio concluyen por de- purarle y logran que al fin quede lo que haya de verdadero o de útil. Admisible la moda en todo parece imposible, cuando menos ex- traño, que exista en las enfermedades. Pero hay que reconocer que esta moda existe. Nadie que se estime en algo considera que puede padecer una tuberculosis, una úlcera del estómago o una lesión medular, y no digo ya una enfermedad mental. En cambio, mu- chos obstentan, casi con orgullo, una hipertensión, una colitis o una diabetes, y dentro de la contrariedad que sienten, estiman no ser de mal tono que su hijo sufra de vómitos acetonémicos o de insuficiencia hepática.

Fundándose en la frecuencia real o supuesta de estas enfermedades y apoyados en los consejos de algún médico extranjero, que también se puso de moda, algunos se limitan a comer fideos con agua, harinas comerciales y un poco de pollo cocido o asado, al mismo tiempo que declaran guerra sin cuartel a dos alimentos excelentes, muchas veces insustituíbles, indispensables en los pri- meros años de la vida y útiles en todas las edades: la leche y los huevos.

Es indudable que en algunas casos, muy pocos, por intolerancia especial, habrá que suprimir o reducir el uso de uno u otro de estos alimentos. Hay algunos enfermos con cólicos hepáticos, muy sensibles para los huevos, pero en cambio, otros pueden soportarlos perfectamente y un huevo diario es un buen alimento, que permite incluso un mejor vaciamiento de la vesícula biliar. Es más, en los pacientes que tienen una lesión del mismo hígado, se considera, recientemente, que la lecitina que llevan los huevos puede ser un remedio útil que defienda la célula hepática contra los venenos o los microbios. Los mismos colíticos soportan muchas veces bien los huevos.

La leche, mal tolerada por algunos colíticos, sobre todo en fases agudas, puede en otros ser útil, especialmente asociada a los feculentos. En los enfermos del hígado, tomada con moderación, facilita la eliminación de bilis y por el calcio que lleva mejora el funcionamiento de aquél órgano.

Con motivo de la leche y de los huevos no sólo tenemos que hablar de los casos en los que se les rehuye, sino que hay otros. cuantos en los que, con igual perjuicio para el enfermo, se les prodiga. Todos los dias vemos algún pobre tuberculoso, al que con el buen deseo de mejorar su alimentación se le administran diariamente seis, ocho, diez y hasta veinte huevos, concluyendo por ocasionarle trastornos digestivos, a veces irreparables. Son casi siempre perjudiciales esos vasos de leche (todavia peor con yemas) que las esposas, las madres o las hijas cariñosas, propinan a sus respectivos familiares durante la noche, con objeto de suplir una alimentación que se considera insuficiente. Ni uno ni otro extremo. Los alimentos que nos ocupan son utilisimos, pero deben usarse debidamente.

Como todo el mundo sabe, la leche es un alimento completo, lo que quiere decir que lleva todos los elementos necesarios para la vida. Asi se explica que todos los mamiferos, desde el ratón hasta el hombre, puedan vivir dias, meses y hasta años, alimentándose, sólo con ella.

La leche contiene albuminas (hoy se dice prótidos) como también la carne, el maiz, el trigo, etc. Las albúminas de la leche tie- nen la enorme ventaja, sobre las de otros alimentos, de que al desintegrarse en sus componentes más pequeños (aminoacidos) dejan en libertad algunos indispensables para la vida y que los otros alimentos no poseen en la misma proporción, ni con la misma variedad. Recordemos los que llevan los nombres de triptofano, lisina, arginina, etc. A estos elementos se debe el que ratas de cuatro semanas puedan vivir con pan y leche y no vivan con pan y patatas, ni con pan y nabos, ni siquiera con pan y carne.

La leche contiene también grasas (lipidos) que por estar emulsionadas son fáciles de digerir.

La leche contiene también substancias minerales, indispensables en la alimentación, como son el agua, y formando parte de dis- tintas sales, el cloro, sodio, potasio, magnesio, calcio, fósforo, azufre, etc. Es pobre en hierro y en cobre (hoy se da más importan- cia a este que a aquel); en el recién nacido esta falta se encuentra compensada por las reservas que trae el higado al nacer. En el adulto, y aun en los últimos meses de la lactancia, se puede suplir esta deficiencia dando alguna yema de huevo o harina de trigo, prefiriendo la harina fresca, comprada en la panaderia, a la harina de lata.

Agreguemos que el precioso alimento que nos ocupa lleva toda clase de vitaminas desde la A hasta la E; algunas de ellas en cantidades minimas, pero suficientes cuando se toma la leche en gran cantidad o para completar las de otros alimentos cuando se asocia con ellos.

Tiene asi mismo fermentos capaces de ayudar a digerir otros alimentos.

Los huevos son tanbién muy ricos en albúminas, muy digestibles; llevan grasa en gran cantidad también fácilmente aprovechable; contienen dos compuestos minerales, indispensables para la vida: fósforo y hierro, en combinaciones orgánicas de fácil asimilación, y las vitaminas A y D.

Nos hemos detenido en estas consideracio nes, quizá un poco pesadas, para justificar y concluir que los huevos y la leche son alimentos indispensables, casi insustituibles, sobre todo en los primeros años de la vida, en esa edad en que por desgracia, muchos niños no los toman por miedo a uma preten- dida acetonemia. Esta existe y en muchos casos puede justificar la reducción de estos alimentos, pero son muy pocos aquellos en los que es necesaria una supresión prolongada. Los niños tienen acetona en la orina, de una manera transitoria, siempre que tienen una indigestión. Pasados unos días des- aparece y el niño puede comer de todo. Recuerdo varios casos de madres que me trajeron sus hijos, escuálidos, consumidos, a quienes no daban otro alimento más que harinas de lata preparadas con agua y pechuga de pollo, con un horror indescriptible a la leche, a los huevos y a un caldo que no fuera el famoso caldo de verduras. Fué suficiente el empleo de una alimentación variada de sopas o purés, hechos con un caldo. agradable o con leche, de huevos en tortilla, en la sopa o en crema, pan con mantequilla y miel, alguna fruta fresca y pescados y carne en cantidades variables, según la edad, para que el niño reviviera y renunciara a sus harinas de lata y a sus tónicos, todo a veces preconizado por una nurse, schwester o mademoiselle, insustituibles, por lo demás, para enseñar sus respectivos idiomas.

En el distrito de Lanarkshire (Escocia) se hizo el experimento de estudiar los efec- tos de la administración diaria de medio li- tro de leche a varios miles de niños, entre cinco y doce años de edad; el resultado fué el de un mayor aumento en la talla y en el peso, y un mayor rendimiento en el trabajo, en comparación con otros miles de niños que recibieron una alimentación, tam- bién completa, pero sin leche. Los japoneses siempre dispuestos a asimilarse todo progre so europeo, han comprobado estos hechos agregando que los niños que tomaban leche se sentian más alegres y felices (cheerfull and happy el artículo está publicado en inglés).

¿Qué sorpresas nos tendrá reservada lat ciencia de la alimentación?

Mientras llegan estos tiempos, más o me nos felices, hagamos todo lo posible por que la alimentación sea más racional, siendo más variada, en los que se pueden permitir el lujo de esta variedad. Esforcémonos, al mismo tiempo, por conseguir que esto deje algún dia de ser un lujo y que todos los seres. humanos puedan, por lo menos, comer lo que es necesario para vivir; entonces dare- mos pruebas de que es verdad que todos so- mos hermanos.

  1. Hernando.
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