D. Jose Verdes Montenegro
Categorías: Retratos y bustos
Palabras clave: academias, madrid, reales academias
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Descripción
“El eminente doctor D. Jose Verdes Montenegro, ex director general de sanidad, que lerá esta tarde su discurso de ingreso en la Academia Nacional de Medicina”
Viene a ocupar el nuevo académico el sillón que dejara vacante otra vigorosa personalidad cientifica de la tuberculosis, el doctor D. José Codina y Castellvi, aum cuando en su notable discurso. de ingreso, allá por el año 1902, tratase de la fiebre tifoidea y no de un tema de tuberculosis. Y es que por entonces la tuberculosis se encontraba tan en los umbrales de la ciencia, que el doctor Codina apenas había tratado de ella para demostrar clinicamente su contagiosidad en un tomo publicado en Barcelona en 1895, y un prólogo escrito al año siguiente para la obra del doctor Janer Larrañeta, titulada Las diversas lesiones consideradas hoy como tuberculosas, son ex-clusivamente ocasionadas por la evolución del bacilo de Kock. Fué bastante después cuando el doctor Codina insistió en sus trabajos sobre tuberculosis, acaso estimulado por las polémicas cientificas a que constantemente invitaba en sus fogosidades juveniles el tisiólogo que hoy ingresa en el senc de los inmortales.
“Durante más de treinta años dice en esto se debía a los caracteres de la época. Su discurso de ingreso el doctor Verdes no tan lejana que no la hayan vivido muchos Montenegro he convivido con el doctor de los que me escuchan. En aquel entonces, Codina en una amistad que ha perdurado con espiritus inductivos y deductivos viviamos las naturales vicisitudes que determina una en plena aventura cientifica, para propagar prolongada actuación social. Era Codina, nuestra fe como los guerreros antiguos, y cuando yo hube de conocerle a fines del siglo pasado, un médico general prestigioso que aportaba al especializarse en tuberculosis la preparación fundamental que el ejercicio de la medicina general supone. No es de extrañar que alcanzase con el tiempo en esta especialización una personalidad original que muchas veces le puso en conflicto con sus compañeros, y, entre ellos, conmigo mismo. Como ellos aspiraban a ensanchar sus territorios, nosotros nos esforzábamos con noble ardimiento por reducir el área inmensa de lo desconocido.
Era Codina, como espiritu deductivo, un hombre de reposado juicio; por eso mismo se nos aparecía a los intuitivos “como elemento frenador y no le perdonábamos muchas veces que, tardase a decidirse a acomañarnos.